El Amarna

Colección de artículos sobre filosofía primordial, sophia perennis, ocultismo, esoterismo, geometría sagrada, mitología, historia oculta y misticismo.

Archive for 28 de agosto de 2005

Indice Agosto 2005

Posted by cosmoxenus en 28 agosto 2005

El milagro de Lázaro

Cinco Sentidos

ÓRDENES, FRATERNIDADES, GRUPOS

EL TEMPLO DE LA SABIDURIA

EL SENDERO OCCIDENTAL Y EL SENDERO ORIENTAL

Orden Soberana y Militar del Templo de Jerusalem: Investidura

El Perdón

El relativismo y el fundamentalismo

René Guénon y las Ordenes esotericas

Los Espíritus Elementales de la Naturaleza

LAS VIBRACIONES : SU PODER Y SU INFLUENCIA

Platón: El mito de la caverna

Alquimia Árabe

DECÁLOGO DE LA SERENIDAD

TALLER “LA FLOR DE LA VIDA” EN LIMA

EL PRINCIPIO GEOMÉTRICO DE LA VIDA

TRABAJO POR HACER

El Arqueómetro

Alquimia Griega

NUEVOS APORTES A LA GEOMETRIA ARCANA

LA TRADICIÓN ORACULAR

Conocimiento

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El milagro de Lázaro

Posted by cosmoxenus en 28 agosto 2005

Rudolf Steiner

Entre los milagros atribuidos a Jesús, hay que conceder una importancia particular, al de la resurrección de Lázaro. Todo concurre a dar en el hecho referido aquí por el evangelista un lugar preeminente en el Nuevo Testamento. Recordemos que este relato no se encuentra nada más que en el Evangelio de Juan, es decir, del evangelista que, por sus palabras de introducción, exige una interpretación precisa de todas sus confidencias.

Juan comienza por estas frases: « En el principio era el Verbo, y el Verbo esta en Dios, y el Verbo era Dios… Por Él fueron hechas todas las cosas. Y el Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros, lleno de gracia y verdad; y nosotros hemos visto su gloria, una gloria tal como la del Hijo único enviado por el Padre.»

El que pone semejantes palabras al comienzo de su relato indica, por decirlo así, que todo el relato debe interpretarse en un sentido particularmente profundo. No puede atenerse uno aquí a los razonamientos que no pasan de la superficie de las cosas. ¿Qué es, pues, lo que el Apóstol Juan ha querido decir con sus palabras de introducción? Dice, claramente, que habla de algo eterno, de algo que era desde el comienzo. Cuenta los hechos, pero no debe tomarse por hechos que se dirige a la vista y al oído, y sobre los que trabaja el espíritu lógico. El Verbo que obra en el Espíritu de los mundos, se oculta bajo los hechos. Esos hechos son para él los vehículos donde expresa un sentido superior. Puede, pues, suponerse que bajo el hecho de un hombre resucitado entre los muertos, hecho que propone a los ojos, a los oídos de la inteligencia lógica las más grandes dificultades, ocultase un sentido mas profundo.

Ha de añadirse otra cosa a eso. Renan ha observado en su Vida de Jesús, que, sin duda alguna, la resurrección de Lázaro debió ejercer una influencia decisiva sobre el fin de la vida de Jesús. Tal pensamiento es completamente inadmisible desde el punto de vista en que se coloca Renan. ¿Es que por el hecho de que Jesús resucitara a un muerto debía aparecer tan peligroso a sus adversarios que llegaran a pensar: Jesús y el Judaísmo son incompatibles? No es lógico, pues, decir con Renan: «Quizás Lázaro, pálido aún a causa de su enfermedad, se hizo cubrir de vendas como un muerto y encerrar en su sepulcro de familia.

Aquellos sepulcros eran espaciosas habitaciones talladas en la roca, en las que se entraba por una abertura cuadrada que cerraba una enorme baldosa. Marta y María acudieron delante de Jesús, y sin dejarle entrar en Betania, le condujeron a la gruta. La emoción que Jesús sintió al lado del sepulcro de su amigo que creía muerto (Juan, XI-35) pudo ser considerada por los concurrentes, como esa turbación, ese estremecimiento (Juan, XI-33-38) que acompañaba a los milagros; la opinión popular se empeñaba en que la virtud divina fuese en el hombre como un principio epiléptico y convulsivo. Jesús, siempre en la hipótesis anunciada mas arriba, deseó ver aún una vez al que había amado, y habiendo sido separada la piedra, Lázaro salió envuelto en sus vendas y cubierta la cabeza en un sudario. Esa aparición debió mirarse, naturalmente, por todos como una resurrección. La fe no conoce otra ley que el interés de aquello que cree positivo»[1]. Esta interpretación del milagro de Lázaro muéstrase sencillamente cándida, sobre todo, cuando le sigue la opinión siguiente: «Todo hace creer, en efecto, que el milagro de Betania contribuyó sensiblemente a acelerar el fin de Jesús.» y, sin embargo, hay en el fondo de esta última afirmación de Renan un sentimiento justo. Únicamente que Renán no puede interpretar ni justificar ese sentimiento con sus medios.

Es menester admitir, en efecto, que Jesús hizo en Betania algo de excepcional importancia para justificar palabras como éstas: «Entonces los pontífices y fariseos juntaron consejo, y dijeron, ¿qué hacemos? Este hombre hace muchos milagros.» (Juan, XI-47.)

Renan supone así algo particular. «Es necesario reconocer, sin embargo, que el giro de la narración de Juan tiene algo enteramente diverso de los relatos de los milagros, nacidos de la imaginación popular, de que están llenos los sinópticos. Añadamos que Juan es el solo evangelista que tiene un conocimiento exacto de las relaciones de Jesús con la familia de Betania, y que no se comprende que una creación popular viniese a tomar puesto en un círculo de recuerdos tan personales. Lo que parece probable es que el prodigio de que se trata no fue uno de esos milagros completamente legendarios, y de los que nadie es responsable. En otros términos, nosotros creemos que sucedió en Betania alguna cosa que fue considerada como una resurrección.» ¿Eso, no quiere decir que Renan sospecha que lo que pasó en Betania fue una cosa para la cual no hay explicación? Se pone a cubierto tras estas palabras: “A la distancia en que nos encontramos de aquella época, y en presencia de un solo texto, que ofrece señales evidentes de artificios de composición, es imposible decidir si, en el caso presente es todo ficción, ó si un hecho real, sucedido en Betania, sirvió de base a los rumores extendidos. » ¿Pero qué quiere decir esto?

¿No podríamos encontrarnos en presencia de un texto que bastaría leer bien para comprenderlo bien? Entonces quizás dejaría de hablarse de «ficción».

Hay que reconocer que todo este relato del evangelio de Juan esta envuelto en un velo de misterio. Un solo detalle lo probara.

Si el relato ha de tomarse a la letra, ¿qué sentido habrá de darse a estas palabras: «su enfermedad no es mortal, sino una enfermedad para la gloria de Dios, a fin de que su hijo sea honrado?» y qué de estas otras: «Jesús dijo: Yo soy la resurrección y la vida. El que crea en mí vivirá hasta que deba morir» (Juan, XI-4 a 25). Sería trivial creer que Jesús quiso decir: Lázaro no cayó enfermo sino para dar a Jesús ocasión de mostrar su arte.

Otra trivialidad sería atribuir a Jesús la idea de que la fe en él hacía literalmente resucitar a los muertos. ¿Qué habría de extraordinario en un hombre resucitado entre los muertos, y qué después de la resurrección y lo mismo que antes? ¿Qué sentido habría de darse a la vida de un hombre tal por estas palabras: «Yo soy la resurrección y la vida?» La vida y el sentido entran en las palabras de Jesús, si las tomamos desde luego simbólicamente, y luego de una cierta manera literal, como están escritas en el texto. ¿Jesús no dice que personifica la resurrección ocurrida a Lázaro, y que es la vida misma que vive Lázaro? Tómese a la letra lo que es Jesús en el evangelio de Juan.

Es el Verbo hecho carne. Es el Eterno que ha existido desde el comienzo. Si es verdaderamente la resurrección, entonces es la vida eterna primordial que ha sido despertada en Lázaro. Se trata aquí, pues, de una evocación del Verbo eterno, y ese Verbo es la Vida a la que Lázaro ha sido despertado.

Tratase aquí de una enfermedad que no lleva a la muerte sino «a la gloria de Dios». Si el Verbo eterno ha resucitado en Lázaro, entonces todo ese acontecimiento manifiesta la gloria de Dios.

Pues por todo ese proceso, Lázaro ha venido a ser otro. Antes de eso, el Verbo, el Espíritu, no vivía en él; ahora ese Espíritu vive en él. Este espíritu ha sido engendrado en su alma. Seguramente todo nacimiento va acompañado de una enfermedad; pero esa enfermedad no lleva a la muerte, sino a una vida nueva.

¿Dónde se encuentra la tumba de donde ha nacido el Verbo? Para contestar a esta pregunta basta con pensar que Platón llama al cuerpo del hombre «una tumba del alma). Y basta con recordar que Platón habla también de una especie de resurrección cuando alude al despertar de la vida espiritual en el cuerpo. Lo que Platón llama el alma espiritual, Juan lo designa por el Logos, el Verbo ó la Palabra. Platón hubiera podido decir: El que se espiritualiza, ha resucitado algo divino en la tumba de su cuerpo. Y para Juan la vida de Jesús es esa resurrección. Nada de sorprendente tiene, pues, que haga decir a Jesús: “Yo soy la resurrección”.

No puede dudarse que el episodio de Betania es una resurrección en el sentido espiritual. Basta para caracterizar su aventura con las palabras de los que fueron iniciados en los misterios, y el sentido descúbrese inmediatamente. ¿Qué dice Plutarco del fin de los misterios? Que debían servir para reparar el alma de la vida corporal y unirse a los Dioses. He aquí cómo Schelling escribe las sensaciones de un iniciado: «El iniciado debía convertirse por iniciación en un miembro de la cadena mágica, en un kabiro[2], siendo recibido en un organismo indestructible, y como dicen las antiguas inscripciones, siendo un asociado del ejército de los Dioses superiores.» (Schelling, Filosofía de la Revelación). No se puede designar de una manera mas significativa el entusiasmo que se producía en la vida de un hombre que había recibido la iniciación, que por estas palabras de Adesio a su discípulo el Emperador Constantino: «Cuando tomes parte en los misterios, te avergonzaras de haber nacido como un hombre.»

Cuando el alma se penetre de tales sentimientos, el suceso de Betania aparece bajo su verdadera luz. Entonces el relato de Juan hacenos vivir algo de particular. Entrevé el alma una certidumbre que ninguna interpretación lógica ni ninguna explicación racional pueden dar. Un misterio en el verdadero sentido de la palabra esta ante nuestros ojos. El Verbo eterno ha entrado en Lázaro. Ha venido a ser, para hablar el lenguaje de los misterios, un verdadero iniciado; y el suceso que se nos ha referido es un fenómeno de iniciación. Representémonos toda la escena como una iniciación: Jesús ama a Lázaro. Pero no es una amistad en el sentido ordinario de la palabra; eso sería contrario al sentido del Evangelio de Juan, donde Jesús es el Verbo. Jesús ha amado a Lázaro porque le ha juzgado dispuesto ya para revelar el Verbo en él.

Había relaciones entre Jesús y la familia de Betania. Eso quiere decir que Jesús había preparado todo en esa familia para el acto final del drama: la resurrección de Lázaro. Este es el discípulo de Jesús. Es un discípulo tal, que Jesús puede tener la certeza de que la resurrección se cumplirá en él. El último acto de la resurrección consistía en una acción simbólica. El hombre no debía de comprender la frase: « ¡levántate y anda!»; debía cumplirla por un acto. Debía dejar su parte terrestre, aquélla de la que el hombre superior en el sentido de los misterios debía avergonzarse. El hombre terrestre debía morir. Su cuerpo estaba sumergido durante tres días en un sueño letárgico.

Atendiendo a la prodigiosa transformación vital que se efectuaba en él, ese acto no puede designarse de otro m0do que como simbólico-real. Pero ese proceso era un acontecimiento que partía la vida del consagrado a los misterios en dos partes. El que no conoce por experiencia personal el contenido superior de semejantes actos, no puede comprenderlos. No se le puede dar sino una idea aproximada por comparaciones.

Resumamos, por ejemplo, en algunas palabras la sustancia de la tragedia de Shakspeare, Hamlet. El que comprende ese resumen puede decir, en cierto modo, que conoce a Hamlet, según la lógica lo conoce en efecto; ¿pero cuan otro conocimiento no poseerá el que ha visto la tragedia shakesperiana desarrollándose ante sus ojos con toda su riqueza? Ese habrá vivido la esencia de ella, que habrá pasado por su corazón, y ninguna descripción sería bastante para reemplazar en él la sensación vivísima que contiene un infinito. Para él la idea ha venido a ser un suceso artístico, una experiencia del alma. Lo que en el caso de una representación dramática, se efectúa en la imaginación del espectador, efectúase en el hombre, en un plano superior de la conciencia, por el hecho mágico y significativo de la resurrección, es el coronamiento de la iniciación. En él, el hombre ve simbólicamente lo que adquiere espiritualmente. El cuerpo terrestre ha sido verdaderamente el de un muerto durante tres días. Del seno de la muerte surgirá la vida nueva. El alma inmortal ha sobrepujado a la muerte. Sale de ella con la conciencia de su inmortalidad, porque la ha vencido.

Eso es lo que ocurre a Lázaro. Jesús le había preparado para la resurrección. La enfermedad de que se trata en el Evangelio de Juan es, a la vez, simbólica y real. Es una prueba de la iniciación que debe conducir al iniciado, tras un sueño de tres días, a una vida verdaderamente nueva.

Lázaro estaba preparado para cumplir esa metamorfosis en él. Llevaba la túnica de lino de los consagrados a los misterios. Cae también en una letargia que es un símbolo de la muerte; y se le cierra también en una cripta. Cuando Jesús llegó no habían transcurrido los tres días. «Quitaron, pues, la piedra del lugar donde estaba echado el muerto. Y, Jesús, levantando los ojos al cielo dijo: “Padre mío, te doy las gracias por lo que me has ayudado”. (Juan, XI-41.) El Padre escuchó a Jesús, porque Lázaro llegó al acto final del gran drama del conocimiento. Reconoció cómo se llega a la resurrección. Acababa de efectuarse una iniciación en los misterios. La iniciación, tal como se había concebido en la antigüedad, acababa de efectuarse a la luz del día. Jesús había sido el iniciador de ella. Y así es como siempre se representaba la unión con lo Divino.

Las palabras de Jesús que siguen a ese acto son significativas: “Sabía bien que me oirías siempre: pero digo esto a causa de este pueblo que me rodea, a fin de que crea que me has enviado”. En el fondo, este suceso no era para Jesús un fin, sino el medio. Le provocó a fin de que los que no creían en la resurrección sino bajo una forma exterior, creyesen bajo su palabra.

Para él lo principal es la resurrección del alma, de la que es un símbolo la del cuerpo. Puede concluirse que creía en otro género de resurrección, y que esa resurrección era precisamente la suya. Ahora bien, la resurrección del Cristo debía producir un efecto sobre toda la humanidad. Debía ser, en cierto modo para todos los hombres, lo que la resurrección de los misterios era para los iniciados. Lázaro, el resucitado, debía ser el testimonio consciente del gran suceso histórico de la resurrección del Cristo.

En Jesucristo la tradición inmemorial ha venido a ser una persona. Y el evangelista del espíritu ha dicho así muy bien: «En él el Verbo se hizo carne.» Tiene el derecho de ver en Jesús un misterio corporizado. Es menester leer con esta idea los hechos, que son aquí espirituales. Si un sacerdote del antiguo cielo hubiera escrito este evangelio, su relato hubiera tomado la forma de un rito tradicional. Para Juan ese rito vino a ser una persona. Se convirtió en «la Vida de Jesús».

Un gran sabio moderno, Burkhardt, ha dicho en su libro sobre la época de Constantino: «Jamás se hará luz sobre los misterios antiguos». Y es que Burkhardt no ha podido encontrar el camino que lleva a esa luz. Léase el evangelio de Juan como el cumplimiento a la vez simbólico y personal en la vida de un hombre, y en un momento capital de la historia del gran drama del conocimiento que los antiguos representaban en sus templos, y la mirada se hundía en el curso del misterio universal a través del misterio cristiano.

En el grito de Jesús: « ¡Lázaro, sal!» puede reconocerse la voz de los sacerdotes iniciadores del Egipto, llamando a la vida todos los días a sus discípulos, acostados en la tumba y sumidos en el sueño letárgico donde estaban sumidos para morir para las cosas terrestres, y percibir el mundo divino en el transporte del éxtasis. Jesús había divulgado así el secreto de los misterios. Compréndese, pues, que los judíos pudieran dejar impune un acto semejante, que los griegos hubieran podido no castigar a Esquilo si realmente había traicionado los secretos de Eleusis.

Pero Jesús no concedía ninguna importancia a los procedimientos exteriores de la iniciación. «Sabía bien que me oirías siempre; pero digo esto a causa de este pueblo que me rodea, a fin de que crea que me has enviado. » En los misterios provocavase la convicción de la inmortalidad del alma por sabios y secretos procedimientos. La antigüedad ha dicho así por boca de sus poetas: «Dichosos los iniciados porque han visto.» Jesús quiso dar la felicidad a todos; por eso hubo de decir: «Dichosos los que no han visto y han creído sin embargo.»

Extraído de la revista “Sophia”, Noviembre 1908.
[1] RENAN, Vida de Jesús, XXII
[2] Llamabanse kabiros a los iniciados de Samotracia

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Cinco Sentidos

Posted by cosmoxenus en 28 agosto 2005

Cinco sentidos tenemos, los cuales debemos usar sabiamente.

Usa tu vista, para ver la belleza de la vida, para ver el interior de las personas.

No los uses para criticar maliciosamente cómo se ven o se visten los demás, o para juzgar a las personas, sólo por sus apariencias.

Usa tus oídos, para escuchar a tu prójimo, y poder ofrecerle una palabra de aliento, para escuchar los sonidos agradables que te ayudan a olvidar las dificultades y edifican tu interior.

No los uses como un arma, o para escuchar cuando se habla mal de los demás.

Usa tu olfato para percibir el olor de las flores, del perfume, del amor.

No lo impregnes con los malos olores como lo son el odio, el egoismo, la traición.

Usa tu gusto para saborear el triunfo de tus metas alcanzadas, de los logros obtenidos con esfuerzo y dedicacion.

No lo uses para saborear las derrotas de otros.

Usa tu tacto para sentir y dar amor, para tocar a las persona con tus deseos positivos, con tu caridad.

No lo uses para pedir injustificadamente.

El sexto sentido, el más importante, es el que nos da la sabiduría para distinguir la diferencia entre los otros sentidos, entre el bien y el mal, entre dar o recibir, entre construir o desmoronar.

A veces miramos sin ver, oimos sin escuchar, olemos sin percibir, probamos! sin saborear, tocamos superficialmente.

Usa tus sentidos sabiamente, no se trata de cuántos tengas, sino de cómo los utilizas.

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ÓRDENES, FRATERNIDADES, GRUPOS

Posted by cosmoxenus en 28 agosto 2005

DION FORTUNE

Existen dos Senderos que conducen al Íntimo: la senda del Místico que es el camino de la devoción y de la meditación, ruta solitaria y subjetiva puramente; y la senda del Ocultista, que es el camino del intelecto, de la concentración y de la voluntad educada y disciplinada. En esta última senda se necesita la cooperación de los compañeros de labor y estudio, primeramente para poder intercambiar los conocimientos, y en segundo lugar porque la magia ritual desempeña un papel importante en todo el trabajo, por cuyo motivo, el auxilio o la presencia de otras personas es indispensable en las operaciones mayores.

El místico obtiene su conocimiento gracias a su comunión directa de su Yo superior con las Potencias Superiores. Para él es locura la sabiduría del Ocultista, puesto que su mente no opera de esa manera; pero, por otra parte, para las personas de naturaleza más intelectual y extrovertida el método místico les resulta imposible, hasta que una larga educación y disciplina les ha permitido trascender los planos de la forma. Por lo tanto, debemos reconocer estos dos tipos distintos entre los que buscan el Sendero de la Iniciación y recordar que hay un camino para cada uno.

El Ocultista sigue una huella bien determinada ya, después de haber sido hollada por innumerables pies desde los tiempos más inmemoriales. Tan pronto como ha adquirido cierto grado de desenvolvimiento, las Escuelas de Misterios de su raza abren sus puertas para él, y él encuentra a su vez su camino hacia ellas de acuerdo con un método que describiremos en detalle en un capítulo posterior. El origen de estas Escuelas de Misterios y la fuente de sus conocimientos ya han sido descritos en uno de los capítulos anteriores, y en estas páginas nos tomaremos la tarea de explicar algo de lo concerniente a su estructuración general y a su organización y disciplina. El lector debe recordar, sin embargo, que estas descripciones no deben ser tomadas como si se refirieran a alguna escuela particular, sino que son puras generalidades.

La Ciencia Esotérica empieza donde termina la Ciencia Exotérica. Esta última deriva sus conocimientos de la observación de los fenómenos, mientras que la primera opera mediante métodos intuitivos. Es absolutamente deseable que todo conocimiento sea de la naturaleza exacta que sólo la observación y el experimento puede producir; pero el procedimiento científico ortodoxo es muy lento y entretanto el hombre tiene que vivir su vida y luchar contra el medio circundante, y, por lo tanto, para poder entender y resolver por sí mismo sus problemas, tiene que utilizar todas las facultades de su mente, incluyendo la intuición o mentalidad subconsciente, así como la de aprehensión directa. Los detalles de estos dos métodos de operación mental requerirían una explicación larguísima, que no podemos hacer aquí y que constituye como un capítulo aparte de la psicología esotérica.

La Ciencia Exotérica debe ser considerada como una Cúpula labrada en forma noble y permanente en piedra, y la Ciencia Esotérica viene a ser como la estructura metálica que mantiene las paredes no terminadas en su lugar, hasta que se dé con la clave necesaria y pueda todo quedar en su sitio. Conforme aumenta la obra material y se va rellenando el edificio, la estructura primitiva se va retirando, puesto que ya no es necesaria y todo lo que cada nuevo descubrimiento agrega al dominio del conocimiento científico exacto, hace retroceder otro tanto a la Ciencia Esotérica en los dominios de lo Invisible, manteniendo siempre su objetivo, que es el de servir de armazón temporal, para que la mente humana pueda seguir operando e impulsando la vida progresivamente hacia sus fines ultérrimos. Es la «X», la cantidad desconocida de nuestra álgebra mundana, que permite la realización del cálculo. Pero no podemos considerar resuelto el problema hasta que la «X» misma haya quedado reducida a una cifra definida y deje de ser desconocida.

Así ocurre con la Ciencia Esotérica. Un día llegará finalmente en que la marea creciente de la conciencia humana, avanzando con la Evolución, cubrirá todas las arenas del desierto y no quedará ninguna Ciencia Esotérica, porque todo se habrá convertido en Exotérico. Pero ese día está muy lejano, tanto que ni siquiera es visible el más mínimo vislumbre de su aurora, ni siquiera desde el más elevado picacho de la esperanza, y tenemos que contentamos todavía con tener que utilizar en nuestros cálculos esa «X» la cantidad desconocida, mediante procesos mentales que no pueden ser aplicables en el laboratorio de la ciencia oficial.

Las grandes Órdenes Esotéricas están en posesión de Cosmogonías detalladas relativas a los Mundos Invisibles, que son los que exprimen o exudan de sí ese poco que es visible a los cinco sentidos físicos, y así como el telescopio y el microscopio abrieron al hombre el conocimiento de nuevos y gigantescos Universos de nueva vida, que eran completamente invisibles para los sentidos desprovistos de semejante auxilio, así también ciertos poderes poco conocidos de lamente humana, cuando son desarrollados adecuadamente, van revelando planos y más planos de existencia, de los que no tiene la más mínima sospecha la persona común. Las escuelas esotéricas nos enseñan el empleo de esos poderes, porque son para el ocultista lo que el microscopio es para el biólogo y con su empleo puede alcanzar el conocimiento de esos estados de existencia que eluden a la mente humana en su presente estado de desenvolvimiento.

Sin embargo, no se le confieren estos poderes al estudiante, lanzándole luego a lo Desconocido, para que experimente allí lo mejor que pueda, como le pasa al investigador de ciencia natural, sino que primeramente se le enseña el debido empleo de sus facultades recién despertadas, para que se familiarice directamente con una cosmogonía que ya conoce bien teóricamente. La diferencia entre estos dos métodos es parecida a la partida de Colón hacia América y la partida de uno de nuestros modernos buques de pasajeros. El capitán de este último tiene sus mapas y sus instrumentos de navegación y puede decirnos exactamente en cualquier momento dónde se encuentra su nave, sea de día o de noche, en toda la línea del Atlántico, sin tener que andar a tientas, mientras que Colón dependía puramente de la suerte para encontrar tierra, y sólo el hecho de que le era físicamente imposible pasar por América sin verla, fue lo que le impidió seguir adelante.

Cuando se recuerda que Colón lo que estaba buscando realmente era una ruta hacia la India, se comprenderá que al encontrar tierra creyó que lo había logrado. Y de la misma manera se puede comprender que la posición de la Ciencia Natural oficial no sea siempre tan satisfactoria como parece suponerse. Es verdad que ha descubierto muchas tierras: pero, ¿es esa tierra la India que se creía ser?

La posesión de mapas y brújulas es lo que distingue al iniciado de una verdadera Orden Oculta del psíquico natural que está andando a tientas, tratando de penetrar en lo Invisible como un chico sin experiencia. El mapa es una Cosmogonía y un Sistema de Correspondencias que permite al estudiante encontrar su camino ascendente y descendente a través de los distintos planos de lo Invisible. Con este mapa puede conocer las rutas. Sin él, tiene que andar de un lado para otro, lo mejor que pueda.

Un Sistema de Correspondencias consiste en un juego de símbolos que pueda percibir su mente concreta, así como el conocimiento de los eslabones de unión que los conectan entre sí. Este conocimiento es absolutamente esencial para todo desenvolvimiento oculto y es diferente para cada una de las grandes divisiones en que se separa la humanidad en la superficie de la tierra, porque las condiciones de cada localidad son diferentes, y los aspectos astrales y mundanos del sistema tienen que adaptarse a ellos, aunque sus aspectos superiores sean universales. Por ejemplo, muchas operaciones ocultas se realizan mejor en determinados tiempos, y el tiempo difiere según las longitudes. Por lo tanto, una operación que debería realizarse en Londres a una hora determinada, tendría que realizarse en Nueva York cinco horas más tarde, porque bien puede ocurrir que no dependa del tiempo Solar sino del tiempo Sideral, el cual es constante para todo el globo, y entonces la diferencia entre el tiempo Solar de una parte y de la otra tiene que ser tomada muy en cuenta. Y de la misma manera, en todos los procesos y operaciones que tengan algo que ver con las corrientes magnéticas y las mareas, es necesario calcular con toda exactitud el momento en que éstas se producirán en el lugar en cuestión y no puede operarse al azar. Todas estas consideraciones demostrarán que el Ocultismo práctico no es cosa que pueda aprenderse de los libros por una persona que no haya sido iniciada.

Cada Orden conoce los mejores métodos de elevar y desarrollar la conciencia más adecuados a la tierra y a la raza a la que pertenece, y sin semejante guía, todo estudiante de las Ciencias Secretas se encontrará en gravísima desventaja.

Con objeto de que los mapas nos sirvan para algo, sin embargo, es necesario que tengamos los instrumentos de navegación adecuados y que comprendamos perfectamente su empleo, pues de lo contrario uno podría saber muy bien dónde está América, pero ignorar dónde se encuentra uno mismo en relación con ese continente.

Los instrumentos del Ocultista son ciertas facultades muy poco conocidas de la mente, que han sido cuidadosamente desarrolladas y educadas mediante procesos muy precisos y definidos. No podemos decir casi nada en estas páginas de la obra de los Misterios Mayores, que llevan a cabo las diferentes órdenes; pero ya hemos hablado lo suficiente para dejar establecido que poseen una Cosmogonía secreta y que están en posesión de los métodos y sistemas para desarrollar y desenvolver esta conciencia superior.

Antes de poder recibir ese tratamiento y educación, es necesario que la conciencia inferior y todo el carácter del individuo sean completamente purificados y disciplinados, para que las fundaciones sean profundas y seguras y luego no resbalen, cedan o se deslicen, cuando se levante sobre ellas la imponente superestructura del Conocimiento Oculto, gracias al funcionamiento de lamente superior. Si esto no se hace así, el desastre es casi seguro. En realidad se puede afirmar que es seguro del todo. Muchas almas han recibido iniciaciones en vidas anteriores y están en condiciones de recapitular y recordar sus antiguos conocimientos cuando se ponen nuevamente en contacto con los Misterios; pero aun éstas deben borrar sus memorias pasadas y estar plenamente seguras de que las han obtenido en plena conciencia de vigilia, en su totalidad, antes de emprender la peligrosa tarea del desenvolvimiento oculto. Para el alma que llega al sendero por primera vez, esa educación y disciplina preliminar son absolutamente esenciales. Una gran proporción de los desastres que se producen en la práctica del Ocultismo se deben al hecho de haber descuidado esa preparación preliminar, de manera que las fundaciones no eran capaces de soportar la superestructura. Una Escuela Oculta viene a ser algo así como un gimnasio de la mente, y si un estudiante trata de realizar cierta proeza cuando no se encuentra en condiciones o está fatigado, puede ocurrir algún accidente grave y quedar lisiado para toda la vida, mientras que si está bien entrenado y en perfectas condiciones, podrá realizar la misma proeza con absoluta seguridad. Los ejercicios que desarrollan la conciencia superior tienen que estar tan graduados como los destinados a desarrollar el cuerpo, y la ignorancia o los defectos del sistema pueden producir tan malos resultados en la Logia como en el gimnasio. Es una máxima conocida de todos los atletas que nadie puede entrenarse a sí mismo, y esto ocurre también con los ocultistas, como muchos estudiantes animosos han tenido que aprender a su propia costa.

El Ocultismo es una gran aventura y tiene sus riesgos, aunque, en condiciones adecuadas esos riesgos sean de tal naturaleza que cualquier persona valiente pueda aceptarlos sin recelo. Es algo así como el alpinismo. Hay cierto peligro, y ese elemento puede asumir de pronto muy serias proporciones, tan grandes que nadie las hubiera podido prever. Pero si se tienen buenos guías, buenas cuerdas y una cabeza firme, no hay razón alguna que impida que una persona se habitúe a las alturas, comenzando por ascensiones fáciles hasta que finalmente pueda alcanzar las cumbres mayores. Sin embargo, si un hombre que sale de su oficina, y sin guías, mapas ni cuerdas, trata de escalar las cimas de una gran montaña, o bien no llegará más que hasta la primera aldea, o bien sufrirá una muerte prematura.

La preparación preliminar que pone al ser humano en condiciones para alcanzar las cumbres de la Ciencia Oculta, debe ser dada en esa sección de los Misterios que se llama «Fraternidades». La misión de las fraternidades es la de educar y preparar la personalidad de los aspirantes eliminando durante el proceso a todos los que no estén en condiciones de alcanzar las cumbres en la actual encarnación. Nadie tiene por qué avergonzarse de que después de haber entrado en una Fraternidad no pueda ir más lejos. Todos tenemos que emplear varias encarnaciones trabajando en los Misterios Menores antes de que estemos listos para entrar en los Misterios Mayores; y aun en el caso en que alguien haya logrado poner el pie en el primer peldaño de la escala y la senda esté abierta ante él, no es posible pensar en que pueda alcanzarse el tope de la escala en una sola encarnación. Los que parecen hacer un progreso fenomenalmente rápido, en realidad están recapitulando lo que ya hicieron en vidas anteriores, mientras que los que progresan lentamente están trabajando en los Misterios por primera vez. No hay por qué avergonzarse de este lento progreso, si uno hace lo que puede sinceramente. No es tiempo perdido, sino absolutamente esencial para la preparación. Es indispensable no tratar de marchar al paso que sólo es posible cuando se trata de una recapitulación, pues de lo contrario todo terminará en un desastre.

En toda Fraternidad la educación del carácter y las grandes lecciones de la Fraternidad y del servicio desinteresado y altruista tienen que aprenderse a fondo. También es necesario que la mente consciente se prepare para su amalgamiento con la supraconciencia, y con ese objeto tiene que equiparse con la teoría general de la Ciencia Oculta. En los Misterios Menores, el aspirante educa y ejercita su carácter en la misma forma en que un atleta entrena su cuerpo, para fortalecerse y soportar la ordalía de las alturas a cuyo ascenso le habilitarán los Misterios Mayores. También trata de equipar su mente de manera que pueda comprender plenamente las enseñanzas que se le transmitirán cuando entre en los Grandes Misterios.

Muchas de las enseñanzas recibidas en los Misterios Menores ya no son secretas, sino que pueden adquirirse en las publicaciones modernas. Sin embargo, es necesario que se comprendan perfectamente todos sus conceptos antes de que el estudiante esté en condiciones para presentarse como candidato a los Misterios Mayores, en los cuales le será revelado su significado real. Sin embargo, el valor de los Misterios Menores consiste principalmente en la edificación y educación del carácter y en el hecho de que cada miembro de la Fraternidad está siempre bajo la influencia de uno u otro de las Grandes Ordenes. Para que una Fraternidad cualquiera pueda realizar ese trabajo y proporcionar una preparación valiosa, tiene que depender de alguna de las grandes tradiciones iniciáticas, y amenos que un Iniciado de los Misterios Mayores ocupe el Oriente, sus ceremonias carecen de validez.

Finalmente llegamos a la consideración de las funciones de los grupos y sociedades de la Ciencia Sagrada. Esos grupos son innumerables actualmente y pueden representar o bien la puerta abierta, o ser una trampa o un engaño, o quizás cosas mucho peores. Los métodos para distinguir entre lo valioso y la hojarasca, los daremos en detalle en el último capítulo.

Un grupo o sociedad no es más que un círculo de estudios, salvo que su dirigente sea un iniciado en los Misterios, porque todo grupo debe ser algo así como una dependencia de una Fraternidad, en la misma forma en que una Fraternidad es la dependencia de una Orden. Algunos iniciados de los Misterios, que han alcanzado cierto grado, se les permite trabajar más o menos públicamente en el mundo, enseñando los elementos de la Ciencia Oculta a todos los que quieran conocerlos; pero no pueden darse así más que los elementos, por razones que ya hemos explicado. Esos conferencistas o escritores apenas son simples anunciadores que dicen a sus estudiantes: «Si seguís la línea de preparación que os hemos indicado, os calificaréis para el aprendizaje y la educación oculta».

Esto es también todo lo que pueden hacer las sociedades en sus conferencias públicas, y esto es una tarea absolutamente necesaria y tiene que ser hecha por alguien, y a los iniciados de los Misterios se les exige que durante cierto tiempo realicen este trabajo.

Si el dirigente de un grupo o el presidente de una sociedad son, en realidad, un iniciado en los Misterios, a su tiempo pasará a sus estudiantes a alguna escuela más interior, donde recibirán mayores conocimientos y una preparación más a fondo, poniéndolos en condiciones de hollar el Sendero con sus propios pies. Pero si no es un iniciado de veras, poco tendrá que ofrecer a sus estudiantes más allá de los recursos de su propio intelecto, y esa es una fuente que los más adelantados de entre ellos secarán bien pronto.

Los grupos y las sociedades deben ser consideradas como las avanzadas de los Misterios, y el fin de todo verdadero instructor es el de pasar a sus propios discípulos tan pronto como le sea posible a la Orden en la cual él mismo fuera educado. Y cuanto más rápidamente pueda llevarlos al estado de desenvolvimiento necesario para que sean admitidos en los Misterios, tanto mayor será su habilidad como instructor. El hombre que es un iniciado en alguna de las grandes Escuelas de Misterios, no teme jamás que sus discípulos lo sobrepasen, porque sabe perfectamente que mantendrá su buena situación con sus Superiores, si constantemente puede enviarles aspirantes de mérito. Por lo tanto, jamás retendrá a ningún aspirante prometedor, impidiéndole penetrar en los Misterios, porque no tiene por qué temer que aquél, al entrar en los Misterios, trate de atisbar la desnudez de la tierra. Al contrario, traerá un informe acerca de su feracidad y riqueza y confirmará las aserciones de su instructor y espoleará a sus compañeros de jornada para que se apresuren.

Nunca confiéis en un ocultista que se proclame a sí mismo el jefe de una tradición cualquiera, porque si lo fuera, en primer lugar jamás se lo diría al no iniciado, y en segundo lugar estaría viviendo en una gran reclusión, completamente inaccesible a todos los que no fueran sus subordinados inmediatos. Si una persona es un gran pintor, no necesita informarnos acerca de ese hecho: lo conoceremos por los cuadros que estén en el museo de la nación, y además comprobaremos que evita nuevas presentaciones, porque las nuevas amistades le robarían mucho de su tiempo. Cuanto más eminente es una persona, tanto más difícil es llegar a ella, no a Causa de su orgullo o de su exclusividad, sino porque son tantas las personas que quieren verla que hay que ejercer una selección muy rigurosa entre los que pueden ser admitidos.

Así ocurre también con los ocultistas: los grandes no pueden ser encontrados fácilmente, y los que son accesibles o bien pertenecen a los grados inferiores, o son los guías encargados de conducir a los investigadores a las Escuelas de Misterios donde aquéllos recibieron su educación y su conocimiento. El verdadero ocultista no forma los secretos en su propia cabeza, sino que los recibe como un depósito sacratísimo, de la mayor responsabilidad, y le han sido dados por personas que a su vez los recibieron de sus predecesores. De esta manera, la antorcha del Ocultista va pasando de una generación a otra. Esta es, pues, la organización de las escuelas ocultas: primero, los grupos que se forman entorno de los iniciados en los Misterios Menores: luego las Fraternidades que dependen de los Misterios Mayores; y, finalmente, los Misterios Mayores mismos y la Orden en sí, donde comienza el trabajo oculto verdadero. El aspirante tiene que subir por esta escala hasta la luz y su progreso no depende de nadie sino de él mismo, porque hasta la Orden misma en la tierra no es más que la Puerta que conduce a lo Invisible. Sólo el Gran Iniciador puede conferir su iniciación, y esa iniciación no se da en la carne o por la carne.

Los Grupos, Fraternidades y Órdenes trabajan con símbolos, y por medio de ellos el aspirante puede mirar como a través de un cristal empañado; pero es su misión ayudarle a desarrollar la supraconciencia, y cuando lo haya logrado entonces verá cara a cara y conocerá por sí mismo lo que haya que conocer.

Además, debemos hacer resaltar el hecho de que el Ocultismo no es más que el medio para lograr un fin, y ese fin es el Sendero de la Unión Divina. Hay algunos que pueden hacer esa jornada directamente, pero otros tienen que hacerla por etapas a través de los planos de la forma, entre los cuales el plano mental no es el menor, y para esos la mente tiene que ser educada, disciplinada, elevada y puesta en condiciones de funcionar bajo nuevas formas que se aproximen más y más a la realidad espiritual. Nunca debe olvidarse que las formas obscurecen la luz, y sólo podemos conocerlas por la sombra que arrojan sobre los planos inferiores. El aspirante debe utilizar los símbolos del ocultismo para ejercitar y desenvolver su conciencia y debe tratar de abandonarlos por completo tan pronto como la conciencia pura comience a despuntar en él.

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EL TEMPLO DE LA SABIDURIA

Posted by cosmoxenus en 28 agosto 2005

El techo del TEMPLO DE LA SABIDURÍA es sostenido por tres columnas que son: filosofía, ciencia y religión, si falta alguna el conocimiento es incompleto.

La filosofía nos explica el plan de evolución del espíritu y la materia contenidos en nuestro sistema solar.

La religión nos muestra el curso de la ordinaria evolución, indicándonos el método para abreviar dicho curso, de suerte que, por un esfuerzo consciente, adelantemos en mayor rectitud hacia la meta.

La palabra religión debemos entenderla en todo su hondo significado, re-ligare (volver a juntar unir), por lo que debe entenderse como la vuelta hacia la casa del Padre, el retorno al Creador , y no se debe confundir con la separatividad que produce la intolerancia religiosa que tanto daño ha hecho a la humanidad por centurias.

La ciencia hace asequible el conocimiento por estudio e investigación, nos brinda los medios para comprender los fenómenos.

Al respecto debemos agregar que en esta búsqueda no es necesaria la fé ciega. En nuestro interior existen fuerzas latentes que una vez desarrolladas positivamente nos capacitan para ver y estudiar los mundos invisibles y descorrer el VELO DE ISIS.

Suele decirse que el hombre tiene un Alma, pero en realidad el hombre ES UN ALMA que tiene un cuerpo; o mejor dicho, varios cuerpos o vehículos, que son los instrumentos para manejarse en los diferentes mundos. Estos mundos no se encuentran en el espacio separado, sino que están simultáneamente presentes AQUÍ Y AHORA, son las divisiones del aspecto sustancial de la naturaleza, los diferentes grados de densidad de las agregaciones de la materia.

El hombre tiene existencia en varios de dichos mundos, pero sólo es consciente en el inferior; aunque en estados de ensueño o de éxtasis tiene una vislumbre de los estados superiores. También durante el transito que llamamos muerte vivimos en dichos planos de la naturaleza esperando el tiempo de la nueva encarnación.

El hombre es de origen Divino, y tiene tras de sí una muy larga evolución de doble aspecto: el de la vida interna del Alma y el de su forma exterior, material. También tenemos una evolución futura, cuya meta está a nuestra vista , llena de promesas si sabemos transitar el camino. Esta evolución futura no está regida por la anarquía o el azar, sino que progresa bajo el gobierno de una JERARQUÍA perfectamente organizada, por lo que es imposible el definitivo fracaso y la eterna perdición, ni siquiera, de la entidad más insignificante. Depende de nuestro libre albedrío el tiempo que tardaremos y los obstáculos que encontraremos en el sendero, según los efectos de la ley del karma.

Del conocimiento de la actuación de esta Jerarquía, de los Maestros de Sabiduría, o como se los llama en oriente los Mahatmas, nace el deseo de cooperar con ellos, de servir a sus órdenes por humildes que sean nuestras facultades y condiciones. No nos debemos contentar con el lento caminar a través de eones de tiempo de evolución, pero debemos ser conscientes que para efectuar el mismo trabajo en menos tiempo será necesario determinados esfuerzos y algunos sacrificios. De ese modo se irá trascendiendo gradualmente hacia planos más elevados de conciencia, hasta que una vez liberado, el hombre se convierte en un inteligente cooperador del grandioso Plan evolutivo de todos los seres.

Sincerus

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